Llevamos caminando ya unos años del siglo XXI. Cada cual tendrá sus vivencias con las que identificas este siglo. Para mi, es el siglo de mis nietos pues todos nacieron en él.
Hay muchos acontecimientos en estos primeros años pero no soy periodista ni quiero hacer una crónica de estos años aún cuando es imposible no recordar lo ocurrido en el 2002.Galicia soportó el vertido del petrolero Prestige y si fue muy grande el derramamiento del combustible, grande, muy grande fue la respuesta masiva que alguien calificó de "amor social". Solidaridad nacional.
Las costas gallegas resistieron llorando, trabajando sin descanso y mirando al futuro siempre con esperanza y...es recuerdo.En este tiempo, realmente hubo cambios que serían impensables a mediados del siglo pasado, así en las comunicaciones podríamos afirmar que llevamos "el mundo en el bolsillo" pues este tipo de teléfono móvil (móbil) no se comercializó hasta este siglo. Este aparatito acortó distancias y puso en decadencia la comunicación epistolar aquella que enamoró a la juventud de los años 50 y 60. Los hoy abuelos ( de aquella mozos) si no vivían en el mismo pueblo, se escribían cartas y esperaban ansiosos la contestación tanto por parte de la chica,
Hace 50 años, los atrios eran punto de encuentro para todos los vecinos de todas las edades aquí en España y en todos los países católicos. Y hablando de catolicismo también hubo cambios en estos comienzos del siglo XXI. Vuelven a renacer los verdaderos valores evangélicos. La Iglesia Católica abandona aquellas predicaciones llenas de rigor excesivo que infundían miedo (se pensaba era la forma de aborrecer el pecado) y, "se pone al día". Nos hace ver al Buen Padre Dios de la parábola del Hijo Pródigo que espera impaciente su regreso y que no castiga sino que abraza y perdona porque Dios es Amor. Sí, hoy en día, habla más de la Gracia que de la Ley, habla más de Jesucristo...habla más de la Palabra de Dios...de su Misericordia...y, curiosamente nos estimula para hacer el bien.
Dos noticias internacionales de estos primeros tiempos fueron titulares de periódicos: de Roma vino la renuncia, nunca imaginada, del Papa Benedicto XVI y, de Estados Unidos el nombre de Barack Obama, señor de 47 años, elegido como primer Presidente negro del país.
Solemos juzgar los años por los acontecimientos familiares vividos, unos felices como nuestra boda, o la de nuestro hijo, el conseguir el puesto de trabajo deseado,... ; otras veces no son tan alegres y divertidos e incluso tendremos algún año un tanto descafeinado. Así pasa en todo el Mundo y nos queda pensar que "la alegría va con uno" y allí donde vivimos debemos poner nuestro granito para remediar en lo posible lo negativo. Esto lo comprobamos cuando nos visitó, hace poco tiempo, el COVID (tremenda pandemia) que nos encerró y aisló severamente.
España estaba confinada
Los que rezamos, lo hicimos por T.V. y a este personal junto con los que cubrían nuestras necesidades básicas y los entregados sanitarios que atendieron física y psíquicamente a los afectados , el pueblo abrió sus ventanas para aplaudirles y reconocerles esa virtud moral llamada valentía .
Era muy contagioso.
Podríamos seguir hablando de un sinfin de cosas nuevas que trajo este siglo como los drones voladores, vigilantes o fotógrafos, según se programen; el aprovechamiento de la energía eólica, el coche eléctrico, etc, etc. Si hablamos de alta tecnología nos sorprenden cifras como las que alcanzó Facebook en el 2009 pues curiosamente llegó a tener 350 millones de inscriptos y aquí en España desde el 2015 se hace electrónicamente el D.N.I.
Al lado de tanto progreso hay dificultades y tropiezos como en otros tiempos pues las guerras siguen dando tristeza, muerte y desolación.
Y si esto es un mal tangible hay otro mal que es el de considerar y/o anteponer, el valor práctico a otros valores como la propia vida humana; la persona no puede ser sólo valorada por lo que produce como si fuera una máquina. El hombre actual tiende a envalentonarse con lo que podríamos llamar (parafraseando a Juan XXIII) las 3 pes: poder, poseer y placer. Esto no debe substituir nunca los verdaderos valores sociales, morales, éticos, filosóficos, familiares,...que conforman la auténtica fuerza de un pueblo civilizado en el que sus habitantes tienen conciencia de sus actos.
En todos los tiempos, las normas de convivencia deben ser justas y respetar la libertad de la persona y nunca confundir, libertad con libertinaje.
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